miércoles, 19 de septiembre de 2007

Avionazo

Ahora que sucedió este reciente accidente de un avión aterrizando en Tailandia, recorde mi miedo, no miedo, pavor que siento cuando uso esos pajarotes.
Allá a mediados de los noventa me subo por primera vez a un avión. A toda novedad se le excusa el temor que conlleva, sin embargo me emocionó la velocidad de despegue, y todo lo demás. no padecí miedo, ni poco ni mucho.
Con el devenir de los años mi uso de aviones se hubo recalcado y lo razonable que pudiera esperar yo es pensar que, a más uso menor vacilación. Pues no. Al contrario.
Hace un años en un fin de semana me valí de cuatro aviones para hacer un viaje ida y vuelta a Miami. ¿Se imaginarán cuánto sufrí? En especial, la ruta Atlanta-Monterrey, fue terrible: no era un avión, era un avioncejo enano y los vientos lo meneaban refeo. Yo ya me veía en el infierno quemándome eternamente, como quieren los que no me quieren. Estaba seguro de que no llegaría a tocar el suelo de manera íntegra; insistía en asomarme por la ventanilla para buscar irregularidades, y cualquier diminuta sacudida me hacia sudar; andaba sude y sude. Y sude.
Todo parece que sufro aerofobia, y mucha, pues ahora hasta diseño mis futuros viajes largos en coche, autobus, barco.

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