martes, 12 de febrero de 2008

El interés

Es media mañana, estoy en la oficina y se me ocurre hablar sobre el interés egoísta que mueve al mundo.

Yo pienso que el motor del mundo es la busqueda propia de placer; desde el santo, hasta el más miserable de los seres humanos, todos se siente atraídos por la fama, al reconocimiento, la cómodidad y el poder. Unos buscan ser reconocidos por Dios, otros por los hombres; queremos ser queridos, apreciados, distinguidos, alabados. Hasta los que les gusta separarse de la masas, alegando que son diferentes, quieren asegurarse de que se les vea especiales.
Hasta los supuestamente humildes se anuncian como tolerantes, pacíficos y así...
Dice el adagio conocido "el interés tiene piés", es decir, el interés es sinónimo de gente. Así se estuvo, se está y se estará moviendo el universo. La gente ve con atractivo a los otros, solo cuando hay algo en que le puedan beneficiar, ya sea económicamente ya sea emocionalmente. Todos esperan, callados o a gritos, algo de los otros y todos ofrecen algo solo cuando va haber retribución, al menos que les den las gracias. El que lo niegue, está cayendo en lo mismo: ser reconocido como desinteresado.

Convendría ser más realistas y no ver al mundo como un lugar donde todo está hecho para uno mismo. En verdad, cada uno de nosotros es un universo de ego.
Quizá una de las formas de la felicidad sea la indiferencia.

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